✍️: Daniel Salgado
A punto de cerrar el 2024, resulta inevitable reflexionar sobre el lamentable desempeño de Evelyn Salgado Pineda al frente del Gobierno del Estado de Guerrero. Su gestión ha sido un espectáculo de bajo presupuesto, plagado de errores, tropiezos y un desorden que no solo mantiene al estado en el atraso histórico que ya padecía, sino que lo ha hundido aún más en el abismo del caos.
El Estado de Guerrero está, literalmente, incendiado. La inseguridad no da tregua, el desempleo crece a niveles alarmantes, el turismo ha desaparecido de los principales destinos, y la obra pública es prácticamente inexistente. Guerrero, bajo el liderazgo de Salgado Pineda, se ha convertido en un ejemplo claro de un estado fallido. ¿Y la gobernadora? Un adorno inútil en una oficina gubernamental, sin rumbo ni liderazgo, un simple pisapapeles en el escritorio del poder.
La anteriormente cuestionada prometió una transformación, pero lo que ha entregado es una caricatura de gobierno: nepotismo, improvisación, y la perpetuación de un sistema corrupto que sigue lastimando a más de 3.5 millones de guerrerenses. Es evidente que no está a la altura del cargo. Ni siquiera su estrategia de sonrisas fingidas logra ocultar la falta de resultados y el desprecio de la ciudadanía.
Los Guerrerenses claman por un cambio verdadero. La revocación de mandato debería ser una opción urgente. Muchos sugieren que Evelyn Salgado busque otro camino, porque ni siquiera como cantante tiene futuro: desafina tanto en los escenarios como en la administración pública. Guerrero no necesita shows, necesita acción, decisión y capacidad.
No hay forma de defenderla ni de justificar su gestión. Ha sido un desastre absoluto. Lo que necesita Guerrero no es un gobierno de aprendices, sino un líder con experiencia, reputación y una verdadera visión de estado. El nepotismo nos trajo hasta aquí, y Evelyn Salgado no es más que un síntoma del problema.
El tiempo de las excusas y los pretextos ha terminado. Evelyn Salgado debe enfrentar la realidad: su gobierno es un fracaso rotundo, un espectáculo que los guerrerenses ya no quieren ver. Guerrero no necesita aspirinas para curar heridas profundas; necesita cirugía mayor, soluciones reales y liderazgo auténtico. ¡Es cuanto!
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